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Crisis hídrica global, ¿qué podemos hacer?

En todo el mundo, 2 mil millones de personas (el 26% de la población) no disponen de agua potable y 3 mil 600 millones (el 46%) carecen de acceso a un saneamiento gestionado de forma segura, según el informe, publicado por la UNESCO en nombre de ONU-Agua y dado a conocer el pasado 21 de marzo en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, que se celebra en Nueva York.


El Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo coordinado por el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos de la UNESCO ofrece una visión de las principales tendencias relativas al estado, uso y gestión del agua dulce y el saneamiento.


“Es urgente establecer mecanismos internacionales sólidos para evitar que la crisis mundial del agua se descontrole. El agua es nuestro futuro común y es esencial actuar juntos para compartirla equitativamente y gestionarla de forma sostenible”, sostiene Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO.

Se prevé que la población urbana mundial que sufre escasez de agua se duplique, pasando desde 930 millones a 1.700 millones de personas. La creciente incidencia de sequías extremas y prolongadas también está estresando las relaciones ecosistémicas, con consecuencias nefastas para las especies que habitan el planeta.


“La crisis hídrica es una realidad a todas luces. Estamos hablando de los incendios forestales, las sequías y las inundaciones, son los tres elementos super evidentes y super dañinos, de un gigantesco efecto; que son producto de un ciclo hidrológico que está quebrado. Tenemos un desconocimiento de la complejidad de lo que es el ciclo hidrológico, cuántos elementos y de qué diferentes maneras interactúan para llegar a estabilizar la sanidad de ese ciclo. La cosa no es tan simple como nos enseñaron en el colegio. Ese es el ciclo cortado; porque entre el mar y la montaña ocurren cientos de micro ciclos que en promedio generan la mitad de las lluvias”, afirma Tomás García Buzeta, Ingeniero Civil en Biotecnología Ambiental e integrante del Centro de Estudios Agua Tierra.

El Centro de Estudios Agua Tierra participa de Water Stories, una iniciativa a nivel mundial que está buscando masificar la entrega de las herramientas concretas y directas para la regeneración del ciclo hídrico.


Chile: Entre inundaciones e incendios

El cambio climático, pandemia y desastres naturales ha revelado de forma sistemática que el sistema de planificación territorial en Chile es bastante precario y poco adecuado para el país a la hora de enfrentar sucesos climáticos y naturales como los que vienen pasando, generando crisis ambientales, socioambientales y de salud de la población (mental, espiritual y corporal).

Del mismo modo que hemos incorporado que somos un país sísmico, debemos entender que los efectos del cambio climático, como inundaciones e incendios, también ocurren a lo largo del territorio. Chile está formado por cuencas hídricas y bordes de mar, y ésta se ha hecho más evidente y presente por los crecientes riesgos producto del cambio climático.


“Chile tiene varias particularidades. Somos un país muy agrícola, tenemos un montón de superficies que están ligadas a la producción de alimentos, donde también el modelo que prima es el monocultivo con suelos desnudos, donde están todas aquellas cosas que no invitan al agua. Por otro lado, tenemos una realidad forestal. Son millones las hectáreas que alguna vez tuvieron bosque nativo. (...) La lluvia no va a entrar al suelo si la temperatura de éste es mayor al de la lluvia.
Debemos volver a darle la capacidad de esponja a los suelos. A nivel nacional tenemos una política de cortoplacismo, donde prefieren gastarse una chorrera de millones en mitigación después de que el evento ocurrió versus gastarse un quinto, un décimo, un cienavo de esa cantidad de plata en estrategias de prevención de estos eventos. El escenario a nivel nacional requiere de mucha voluntad política y eso es lo que no hay”, sostiene Tomás.

Reflexiones finales

Ante los crecientes ciclos de inundaciones, sequías e incendios, se debe retener e infiltrar el agua en el paisaje con manejo activo de los ecosistemas vegetales. Preservar y restaurar humedales y bosques; que los agricultores generen paisajes de retención de agua y sistemas donde su ciclo sea considerado; además de que los responsables políticos se centren en fuentes de energía que no dependan tanto de ella; también suma.


Los paisajes de retención de agua son sistemas para la restauración completa del ciclo hidrológico, al habilitar una serie de espacios interconectados de retención, de tal manera que el agua de lluvia pueda ser absorbida por la tierra. A través de distintas técnicas que incorpora este modelo, consigue restaurar el ciclo natural del recurso hídrico.


Estos paisajes logran la recarga de acuíferos, eliminan escurrimientos superficiales de agua, previenen deslizamientos e inundaciones y regeneran suelos fértiles. Basados en la integración sostenible a gran escala incluyendo agua, alimentos, energía y la construcción de comunidades permite la reforestación, la horticultura y la agricultura en regiones amenazadas por la desertificación.


Todo esto permite que se revitalicen manantiales y ríos mediante la recarga de las napas subterráneas; además de transformar desiertos en bosques mediante el almacenamiento del agua estacional, la sucesión vegetal y microbiológica del suelo generando un enfriamiento local y un reequilibrio global del clima.


Sin embargo, ante una realidad de alta complejidad territorial, se requiere un verdadero sistema de planificación capaz de enfrentar al menos dos grandes desafíos: primero, dar la mejor calidad de vida, sobre todo disminuir las inequidades, marginalidades y precariedades en todos los ámbitos urbanos y rurales.


Y segundo, gestionar el creciente estrés al que se ven enfrentadas las comunidades en sus territorios relacionados a los impactos del cambio climático. Además, de vincular a la ciudadanía en la toma de decisiones sobre la gestión de los recursos que poseen en los territorios donde residen.


Aquellos que viven en esa comuna y en esa ciudad no están integrados en la poco eficiente y desactualizada planificación existente. El no vincularnos en las decisiones que se toman sobre los territorios, genera un debilitamiento del ejercicio democrático que tenemos como derecho ciudadano esencial.



El proceso de este camino es complejo y largo pero nuestro bienestar depende de ello. Lo que está en juego son vidas humanas y el futuro de un país que se inunde y se incendie menos.


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Escrito por: Iara Saldungaray / @iara_saldungaray

Iara es una periodista de 26 años que vive en el Municipio de San Miguel, provincia de Buenos Aires, Argentina.

Milita desde hace 4 años por una comunicación popular, ecofeminista, anticolonial y anticapitalista.

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