Desde las alturas a las entraƱas de La Mocha:
- Natalia Morata
- 29 dic 2022
- 5 Min. de lectura
Una invitación a amar el bosque para lxs niñxs de la Isla
Cuentan quienes la han observado y estudiado que la Fardela Blanca es un ave que pasa gran parte de su vida volando sobre el mar y que solo se acerca a tierra para nidificar. Cuentan quienes la han observado y estudiado que la Fardela Blanca, por ser un ave pelÔgica que apenas pasa tiempo en tierra, es incapaz de aterrizar y por eso se lanza contra el bosque cayendo abrupta y estrepitosamente al suelo, donde construye madrigueras para poner un solo huevo. Cuentan, ademÔs, que tampoco puede alzar el vuelo desde el piso, asà que escala por los Ôrboles para tomar altura, emprender el vuelo y regresar a su hÔbitat marino.

Hay solo dos lugares de nuestro planeta donde esta ave triatleta nidifica y se regenera: el archipiƩlago Juan FernƔndez y la isla Mocha. Y, bueno, cabe preguntarse el porquƩ.
Isla Mocha se encuentra en el frente PacĆfico de la región del BĆo BĆo y pertenece, administrativamente, a la comuna de Lebu. En las cotas mĆ”s elevadas de sus 48 km2 de superficie alberga un frondoso bosque de especies nativas de Chile que, aƱo a aƱo, siente cómo las Fardelas Blancas se estrellan contra sus milenarios olivillos, arrayanes, ulmosā¦

Si investigas un poco descubrirĆ”s que Isla Mocha es, ademĆ”s, un lugar con una increĆble historia que ha inspirado relatos y novelas de aventuras (una pista: Mocha Dickā¦). Tiene un pasado marcado por la ocupación Lafkenche, de la que le queda el nombre. En esta enigmĆ”tica isla, donde brota gas natural de la arena de sus playas, donde es posible ver cómo se petrifican en su borde costero lo que, en un futuro no muy lejano, serĆ”n fósiles; en esta fĆ©rtil isla, en la que hasta la tectónica parece confabularse para protegerla, se aprovisionaban corsarios y piratas europeos en un floreciente comercio con los autóctonos, hasta que, en 1685 los espaƱoles decidieron que este lugar debĆa ser vaciado de ocupación humana porque perturbaba su tenaz actividad de saqueo en el continente.

La Mocha o amucha es el lugar donde, según sus ocupantes lafkenches, resucitaban las almas⦠Un lugar de regeneración.
Es asĆ como hoy dĆa seguimos encontrando el bosque milenario, que ahora es una Reserva Nacional bajo la tuición de CONAF y que sigue recibiendo, paciente, el curioso impacto āfardeleroā. Las fecundas tierras aledaƱas a la Reserva Nacional Isla Mocha han vuelto a ser pobladas y trabajadas para hacerlas mĆ”s āhabitablesā, regenerando un vĆnculo humano-naturaleza que, de generación en generación, busca un delicado equilibrio.
Isla Mocha es tambiĆ©n una de esas zonas aisladas de Chile que, pese a adolecer de servicios bĆ”sicos debido, principalmente, a la inoperancia del Estado, sigue siendo el hogar de gente resiliente que atesora un preciado acervo natural y cultural. Al igual que en otras zonas aisladas de Chile hay una escuela y un jardĆn rurales, en los que, por su privilegiada posición de aislamiento, es sencillo llevar el aula al aire libre.


Y para experimentar esa aula natural nos convertimos, espontƔneamente, en Fardelas.
Convocados por Marco y Javiera de la Fundación Regenerativa, quienes llevan aƱos trabajando un bello proyecto de regeneración ecosistĆ©mica con los pobladores de La Mocha, a finales de noviembre aterrizĆ”bamos, suavemente, un eclĆ©ctico equipo de āespeleoarboristasā. La chispa de inspiración fue la iniciativa educativa āCuerdas y MĆ”sā de la Asociación Espeleológica de Patagonia. Esta iniciativa partió en 2019 con la escuela y el jardĆn de Puerto EdĆ©n, en la región de Magallanes. Situados a 9 horas de navegación del ArchipiĆ©lago Madre de Dios, la escuela G-06 Miguel Montecinos Contreras y el jardĆn Ć©tnico La Centollita son los primeros centros educativos rurales de Chile en los que se empezó a usar la espeleologĆa¹ como herramienta pedagógica para acercar a niƱos y niƱas a su territorio, un territorio cuyas cuevas de caliza son exploradas desde hace mĆ”s de 20 aƱos por la asociación francesa Centre Terre.
Salvo las cavidades excavadas por las fardelas, en Isla Mocha no se sabe que haya cuevas. Tampoco las hay en Puerto EdĆ©n. Pero no por ello Ćbamos a dejar pasar la oportunidad de aunar competencias y hacer del bosque nuestra cueva, a lo Fardela Blanca.
Tras la excelente acogida por parte de la comunidad educativa de la escuela G-501 Armando Arancibia Olivos y del jardĆn Fardelita Blanca Isla Mocha, representantes de la Fundación Regenerativa, Fundación Ćtica en los Bosques y la Asociación Espeleológica de Patagonia conjugamos saberes y haceres propios de nuestros Ć”mbitos de acción para compartir, durante dos intensos dĆas, con niƱos y niƱas de la Isla Mocha. Las actividades que, simbióticamente, se diseƱaron para acercar a los mĆ”s pequeƱos a su entorno a travĆ©s de las cuerdas, preveĆan una vivencia novedosa, lĆŗdica, armónica y respetuosa con su territorio; una interacción que busca regenerar y revitalizar un vĆnculo cómplice con la naturaleza para que, desde el amor, ya no solo se proteja, sino que tambiĆ©n se cuide.

Se protege lo que se conoce, pero se cuida lo que se ama.
Gracias a la hospitalidad de IvĆ”n Parra y su familia, en la parcela 1 se instaló un circuito de cuerdas con tres estaciones complementarias que nos permitieron transitar el camino del agua en sus distintas formas, desde la extensa pradera que separa el bosque del mar, pasando por un pequeƱo humedal, una pequeƱa quebrada o āchorrilloā hasta llegar a un lugar del bosque que se abre en forma de cueva.
En la horizontalidad del humedal, y gracias a la complicidad de dos bellos sauces, ejercitamos el equilibrio sobre una pequeƱa slackline asegurada por un pasamanos para observar la vida desde lo alto procurando no perturbarla.

En la verticalidad de la quebrada aprendimos a subir y a bajar por las cuerdas con tĆ©cnicas propias de la espeleologĆa. De la fortaleza de los boldos y olivillos que nos sirvieron de anclaje aprendimos la importancia de estar sanos por dentro y por fuera para disfrutar plenamente de actividades complejas que requieren una gran destreza y coordinación, tanto individual como colectiva. TambiĆ©n aplicamos, de manera entretenida, principios elementales de la gestión de los riesgos en un entorno bello, pero no exento de peligro.

Trabajo en equipo, gestión del miedo, espĆritu de superación, paciencia, coordinación psicomotriz, observación del entorno desde distintos planos, perspectivas y enfoques⦠armados de estos aprendizajes nos adentramos en el bosque, que nos esperaba con una tirolesa elevada para que, en un adrenalĆnico vuelo, lo pusiĆ©ramos todo en prĆ”ctica; un premio del generoso bosque de La Mocha.
En los dos dĆas de actividades, organizadas el 3 y 4 de diciembre, participaron un total de 16 niƱos y niƱas de 4 a 13 aƱos. Nos acompaƱaron parte del equipo docente, padres y madres, a quienes agradecemos la enorme confianza que depositaron en el grupo de āespeleoarboristasā compuesto por Javiera, Marco, Felipe, Cristian, Jocelyn, Magda, NicolĆ”s, AnĆbal y Natalia.

Cuentan quienes la han observado y estudiado que la Fardela Blanca realiza su vuelo regenerativo para nidificar una sola vez al aƱo y que nunca falta a su cita. Amucha. QuiĆ©n sabe cómo llamarĆan los lafkenches a la fardela blanca⦠Sea como sea, nosotros tampoco faltaremos a nuestra cita, asĆ que nos vemos el próximo aƱo en los regeneradores bosques de La Mocha.
¹ Ciencia que estudia la naturaleza , el origen y formación de las cavernas , y su fauna y flora (RAE)
Fotos por Felipe Zanotti
Escrito por: Natalia Morata
Natalia Morata es una exploradora moderna. Desde que conoció la espeleologĆa (estudio de cuevas) su vida cambió y se ha convertido en precursora de esta actividad en Chile. Es la presidenta de la Asociación Espeleológica de Patagonia y vicepresidenta de Centre Terre. Su pasión por la exploración de cuevas la lleva recurrentemente a lugares tan recónditos como Isla Madre de Dios.